martes, 27 de octubre de 2009

Una mascota que colabora.

A propósito de un artículo escrito anteriormente sobre los espacios que debemos tener en nuestro hogar, me encontré en una familia (integrada por cuatro personas) que habitan en la comuna de Maipú, un lugar que ocupaba un perro llamado Fósforo. Además habitaban allí unos canarios.
Cuando me acercaba a un sillón para sentarme, me dijeron: “cuidado, allí se sienta Fósforo”.
Siento que el espacio “animal-doméstico” debiera respetarse. Porque he observado a personas que patean o tratan con groserías a sus mascotas y les parece algo normal, como si el animal no entendiera. Es más, el animal si siente, lo percibe y aquello le acarrea dolencias.
Las mascotas pueden ayudarnos a:
1. Acompañar.
2. Aliviar nuestra depresión (pena y angustia).
3. Animar la soledad de una persona.
4. Relajarnos.
5. Defendernos.
Esto hace el Fósforo. También el tiene algunas dolencias (en su cadera izquierda y un miedo vivido en la misma casa).
Tanto las mascotas como sus amos debieran tratarse, por ejemplo, con diagnósticos preventivos. Estoy cierto que esto en el siglo pasado era una locura. Con los estudios realizados tanto en Europa como en América, lo indican como necesario hoy y ¡ahora!

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