lunes, 12 de octubre de 2009

Sistema óptimo de sanación.

Comienzo escribiendo este nuevo artículo, convencido que existen en nuestros seis campos (afectivo, emocional, físico, espiritual, intelectual y social) una conexión tan importante que es gobernada desde el corazón y pasando por el cerebro.
Una señora de México decía: “Me molestan las caderas y el pecho derecho”. En tanto su hija agregaba: “Estoy segura mamá que esto que te leí anteriormente te va a ayudar”.
El mensaje contenía puras órdenes positivas para que la señora las cumpliera (los seres humanos a veces necesitamos que alguien nos anime a hacer una determinada actividad).
En breve, indico que ella le ordene a su cerebro que está linda, preciosa, sana, grande, inteligente; que su corazón está latiendo muy bien, luego que su cerebro actúe como le ordena su corazón y, por consiguiente, su cuerpo trabajará de aquella forma ordenada.
Al cabo de dos días, la señora comienza a sentir alivio en sus caderas, en su pecho derecho y en su sistema digestivo. Comienza a decir: “Puedo caminar mejor, puedo sentarme más derecha, hija puedo…”
El sistema óptimo de sanación considera una serie de órdenes y fuerzas energéticas que se deben capturar en el mismo medio donde tú vives. Allí están tus elementos sanadores.
Entonces tú caminas, respiras, amas, ríes y entregas tus mejores capacidades que estaban solo durmiendo, pero con las órdenes dadas, solo se despertaron. El medio natural también (plantas y animales que te rodean comienzan a sentir aquello por efecto de irradiación natural). Estás contagiando tu medio natural y social.
En relación al mismo contenido, recibí el siguiente mensaje de la señorita Claudia Gallo, quien me mandó un extracto del libro “La nueva ciencia de la vida” y dice así:
CAMPOS MORFOGENETICOS:
Todas las veces que un miembro de una especie aprende un comportamiento nuevo, cambia el campo morfológico o productor de la especie. Este cambio es, al principio, apenas perceptible, pero si el comportamiento se repite durante cierto lapso de tiempo, su resonancia mórfica afecta a la especie entera. La matriz invisible que lo permite es un campo morfogenético, capaz de producir un efecto remoto tanto en el espacio como en el tiempo.



Una sorprendente idea ha sido introducida por el científico inglés Rupert Sheldrake, idea que pronto va a revolucionar muchos de nuestros conceptos fundamentales acerca de la naturaleza y la ciencia. Lanzó la hipótesis de que el universo no está funcionando de acuerdo a leyes inmutables sino más bien a modelos de hábitos creados por la repetición de ciertos sucesos en el tiempo.



Rupert Sheldrake propone en su libro Una nueva Ciencia de la Vida que todos los sistemas se regulan no por factores materiales o mediante energías conocidas sino que también por campos organizadores invisibles. Estos campos no tienen energía y sin embargo desempeñan un rol de producción de formas. Funcionan como si fuesen modelos para la forma y el comportamiento.

Según esta hipótesis sucede lo siguiente: todas las veces que un miembro de una especie aprende un comportamiento nuevo, cambia el campo morfológico o productor para la especie. Este cambio es, al principio, apenas perceptible, pero si el comportamiento se repite durante cierto lapso de tiempo, su resonancia mórfica afecta a la especie entera. La matriz invisible es un campo morfogenético. Así por ejemplo, todas las veces que se genera un átomo, una molécula u otra unidad mórfica, esta produce primero un campo morfogenético que regula todas las posteriores unidades del mismo tipo. La influencia del campo morfogenético produce un efecto remoto tanto en el espacio como en el tiempo. Aparentemente la forma no está determinada por las leyes físicas fuera del tiempo, sino depende de la resonancia mórfica a través del tiempo.
Según Sheldrake esta nueva manera de pensar nos lleva a un territorio para el cual no existe todavía un mapa. Parece ser la única esperanza para una nueva comprensión científica de la forma y organización en general y de los organismos vivos en particular. Muchos campos morfogenéticos se hallan tan sólidamente establecidos que ya no experimentan cambios. Así, por ejemplo, el primer átomo de hidrógeno ha sido la causa para que todos los subsiguientes átomos adoptasen la misma forma de comportamiento.

La evolución nos muestra la formación de nuevos campos morfogenéticos. El aparato genético, por ejemplo, se puede concebir como el mecanismo físico que recibe la información del campo morfogenético, en forma comparable a como recibe un aparato de radio o de televisión las señales invisibles.

La hipótesis explica muchos fenómenos enigmáticos en la investigación científica cuando ocurre un cambio en una unidad y sus efectos se trasladan vía los respectivos campos morfogenéticos a todos los campos existentes y a los que existirán en el futuro.

Ya que el sistema nervioso también está gobernado por campos morfogenéticos, la hipótesis de Sheldrake tiene poderosas implicaciones para la teoría del aprendizaje. Así, por ejemplo, se podría postular que si un número de ratas aprende a cumplir una tarea nunca antes realizada por ratas, entonces otras ratas en cualquier parte del mundo deberían aprender la tarea más fácilmente y en ausencia de cualquier tipo de conexión física o de comunicación.

En realidad, existe evidencia de que ocurre esta resonancia del aprendizaje. Ya en 1920, el fisiólogo McDougall encontró que generaciones sucesivas de ratas aprendieron a escapar de un laberinto especialmente diseñado más rápidamente que la primera generación. Incluso cuando las ratas procedían de crías de ratas con aprendizaje particularmente lento, persistía el efecto.

La aparición de un campo promotor apropiado puede ser facilitada por la resonancia mórfica procedente de animales o personas similares, o bien puede surgir un campo totalmente nuevo, no sólo por primera vez en la historia de un individuo, sino por primera vez en el mundo.
Sheldrake comenta la teoría de Jung del Inconsciente Colectivo. Si los
recuerdos no se limitan a un almacenamiento en el cerebro físico, sino que nos llegan a través de resonancia mórfica, la experiencia acumulativa de la humanidad bien podría incluir los arquetipos descritos por Jung.

La ciencia no necesita tampoco negar la posibilidad de la ocurrencia de fenómenos paranormales, ya que éstos pueden ser, en parte, explicables con la resonancia mórfica. Un apoyo adicional de la teoría de Sheldrake se encuentra en el libro de Lyall Watson (Lifetide: The Niology of Consciousness) . En este libro Watson relata el sorprendente suceso que pudo observar en una colonia de monos en una isla cercana al Japón. Cuando cambió el alimento de los animales a papas recién sacadas de la tierra, cubiertas de arena y greda, los monos las rechazaron.

Después de cierto tiempo, una mona de 18 meses, llamada Imo, una especie de genio simiesco, resolvió el problema llevando las papas al río y lavándolas antes de comerlas. Para el mono esto representa una revolución cultural solo comparable al invento, por el hombre, de la rueda. Imo enseñó a su madre el nuevo comportamiento y a continuación a sus compañeros de juego los que, a su vez lo comunicaron a sus respectivas madres. Muy luego, todos los monos juveniles lavaban papas, pero los únicos adultos que aprendieron el truco fueron aquellos enseñados por sus hijos. Este estado del aprendizaje se mantuvo inalterado durante cierto lapso de tiempo. Pero de repente el comportamiento mostró una clara tendencia a universalizarse.

Watson se imagina el proceso de la siguiente manera: en el grupo de los animales reacios al aprendizaje algunos lograron poco a poco aprender el truco. El mono necesario para cumplir algo así como el número crítico aparentemente llevó este número por encima de una especie de umbral empujándolo a través de algo que se podría llamar masa crítica. Este mismo día casi toda la colonia lavaba papas.

Pero, más aún: el hábito aparentemente saltó por encima de las barreras naturales y apareció en otras islas e incluso en Takasakiyama, en el Japón.Watson supone la existencia de mecanismos en la evolución distintos a aquellos gobernados por la selección natural. El fenómeno observado por él puede explicar la manera de cómo algunos elementos mnésticos, ideas y costumbres se propagan por toda nuestra cultura. Es posible, dice Watson, que si un número suficientemente grande, entre nosotros, cree que algo es cierto, esto se torne en verdad para todo el mundo.

La noción de campos morfogenéticos será particularmente bienvenida para los que creen en el efecto acumulativo de una idea sostenida por un número grande de individuos. Sin olvidar que los cambios así producidos se integran en la filogenia de la especie, de la única manera que pueden hacerlo, mediante codificación genética

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