martes, 9 de octubre de 2007

¡Entrega!

Desde tiempos remotos, el ser humano ha vivido la experiencia de entregar. Primero era por necesidad física: te entrego esto y tu me das otra cosa. Se le conoce como trueque.
Luego fue por algo social: Toma nuestra hija para que la familia se sienta honrada con tu presencia (era cuando una familia esposaba a su niña mayor con alguien de la realeza del lugar o ciudad)
Después fue por un interés religioso: Nuestro hijo se lo entregamos al dios Sol para que en nuestro pueblo haya abundancia y prosperidad, que el pueblo tenga abundancia en sus cosechas.
Más adelante fue por un interés intelectual: Se desarrollaba el ocio en medio de los patios de la Acrópolis (Atenas, Grecia) donde había intercambio de ideas y pensamientos.
Todo bajo el mismo concepto: la entrega.
Para entregar algo hay que tener.
¿Qué tengo para entregar?
Interesante y muy buena pregunta para comenzar con mi vida de entrega diaria.
Según estudios de psicólogos y sociólogos, el ser humano tiene muchas, pero muchas capacidades que desarrollar. Pues bien, tienes las herramientas necesarias para responder a tal interrogante planteada anteriormente en este artículo.
Aquella persona que no sabe dar, entregar, termina haciéndose mal así misma y al que lo rodea.
La idea principal es que “hay que saber entregar”.
Ello pasa por dos etapas:
Agradecer.
2. Discernir.
Agradezcamos siempre cuando alguien nos entregue algo. Ello ocurre porque esa persona nos considera, nos tiene presente en su corazón y/o en su mente.
Con respecto al discernimiento, tenemos a su vez dos sub-etapas: es bueno lo que tengo (lo que acabo de recibir) y/o está equivocado aquello recibido, será para mí o no.

También para saber entregar se requiere la inteligencia de descubrir el lugar de cada cosa en nuestra vida. Se necesita:1) Una adecuada alimentación (de acuerdo a la edad de la persona).
2) Confianza en el poder divino.
3) Ser invitado(a) para entregar.
4) En libertad y con voluntad (obligado/a una persona no puede ejercer esta tarea de entrega).
Algunos ejercicios prácticos:
Escucha tu cuerpo antes de entregar (el cuerpo habla no tan solo por la boca, lo hace por todo su ser corpóreo).
Medita (cinco minutos) o piensa en lo escuchado en tu cuerpo.
Antes de entregar hay que discernir.
Tratamiento particular a cada cosa que recibes para que, posteriormente, tu entrega sea fluida:
- Si recibes un PENSAMIENTO o una inspiración discierne si es bueno o equivocado. Además agradece lo que recibiste e imagina que hay algo de verdad en aquello y proyéctalo visualmente, como si lo estuvieras sintiendo.
- Si recibes una PALABRA que alguien te dice, busca qué hay de cierto en aquello, busca su verdad.
- Si recibes una COSA (objeto, dinero, viaje) distingue entre el uso y el disfrute. Algo para tu uso, pregúntate ¿es para mí realmente o soy solo un elemento de paso? Algo para disfrutar, aprovéchalo para descansar. La entrega será más eficaz.
Nietzche manifestó algún día: “Quien tiene mucho que hablar ha de guardar mucho silencio”; “Quien algún día ha de engendrar el rayo ha de ser largo tiempo nube”.

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