Durante el año 2006, tuve que caminar bastante para encontrar trabajo. Durante esas largas cuadras caminando (alrededor de cien cuadras a diario), me dediqué a mirar las calles, sus construcciones, sus colores y también a ver a las personas con las cuales me encontraba en la ciudad.
Se visten de plomo, sus rostros (músculos de la cara) caídos, las mujeres con carteras chicas y parecía que iban bastante apretadas; los hombres, algunos con sus mochilas (trabajadores de la construcción –situación que se multiplica todos los días ya que aparecen edificios por doquier-) y otros sin nada. Una de las conclusiones para estos casos que concluí: se alimentan mal estas personas.
Los hombros hacia delante; sus pies los usaban como los patos, caminando como tal. Otra conclusión que saqué: tienen problemas con su columna y/o con sus caderas.
Mientras caminaban junto a otra persona, conversaban despacio, muy bajito su volumen. Otra conclusión: no tienen ganas ni fuerzas para hablar; están cansados(as).
Un utensilio bastante utilizado son los lentes: para el sol, para ver mejor. Y claro, si estamos contaminados con aires no tan puros, de ahí las enfermedades oculares.
En el tren subterráneo, en los microbuses, en los colectivos, en los autos particulares, las personas iban con la parte de la columna cervical muy corvada o inclinada levemente hacia delante, de ahí que lleguen temprano a sus trabajos con dolores tanto en la cabeza como en su columna (parte cervical).
Otros detalles los comentaré en otro artículo, pero a lo que voy en este es que, les animo a que practique esta capacidad de mirar y también ver, como me dicen algunas personas, más allá de las ropas y de la piel.
Los seres humanos tenemos tal capacidad y les cuento algo para que me entiendan mejor.
Corría el mes de diciembre del año 2006, en la cuarta región de Chile (Coquimbo), en la provincia del Elqui, comuna de Andacollo, dos mineros se quedaron atrapados en una mina y, luego de varias horas, uno de ellos comenzó a ver en aquel lugar donde no se puede mirar nada. La razón física es la siguiente: A falta de luz, nuestra glándula pineal segrega una sustancia que va a estimular los miles de bastones que tenemos en los ojos, estos favorecen la visión, pudiendo captar aquellos objetos que nos rodean.
Es muy atractivo que cada uno de nosotros pueda mirar y también ver.
Recuerdo aquí a una mujer que, por defender su fe en Jesús, le sacaron sus ojos y el pueblo la recuerda como la patrona de los ciegos, su nombre fue Lucía (mujer que nació de la luz, en latín). También es patrona de los oftalmólogos.
Para mejorar la visión, le propongo lo siguiente:
Alimentación natural para favorecerle la vista: las zanahorias (que también favorece su piel), la vitamina A presente en los lácteos, consumir pescados (sobre todo de agua dulce), espinacas, tomates (vegetales amarillos y verdes).
sábado, 15 de diciembre de 2007
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