Si bien estamos en el 2008, mi experiencia la tuve directamente el año 2006, cuando los habitantes de ese país muy grande, estaban celebrando el año del perro.
El primer día que estuve en Beijing, quedé pasado a aceite quemado. Según yo con una ducha bastaba, pero después de once días recorriendo y comiendo en China, llegué a Santiago y me demoré dos días en sacarme el olor de sus comidas (jajajajaja).
En la feria que visité ese día 30 de enero, me encontré con alguno de los platos que consumían ellos: alacranes y ciempiés fritos en brochetas.
Luego me encontré que las familias consumían caña de azúcar cocidas, que medían como dos metros. El papá tomaba el producto, lo partía en sus piernas, aún caliente, y lo entregaba en partes iguales a cada uno de los integrantes de su familia. Lo mordían, comían y escupían al suelo lo que les restaba en su boca (fibra de azúcar).
Cuando estuve en Cantón, había que preguntar seguro qué íbamos a comer. Con una sonrisa en la boca el guía nos decía que en esa provincia “se come todo lo que tenga patas, menos las mesas y las sillas”. Las ratas por ejemplo son criadas por la propia familia.
Se usa mucho las carnes blancas: aves, peces, etc.
Por supuesto que comí pato Pekín. Había otros platos, como el Cerdo agridulce, Chaw Fan o arroz frío (los tres primeros días, aceptaba que me pusieran una porción pequeña de arroz frío, pero como bueno para comer, al cuarto día les pedí un plato para mí solo).
Esta también el pollo Szechuan, el pollo al jengibre, pollo con diente de dragón, el pollo Shanghai, la carne Mongoliana.
A propósito de esta última gran ciudad, me encontré con el Shen Jian Bao. Este plato me lo observé cuando salí a caminar por algunas calles de Shanghai, junto con el consabido olor a frituras por todas partes. Es como el desayuno del trabajador que, antes de llegar a su trabajo, lo consume al paso.
Son costumbres gastronómicas de ellos que pude saborear en vivo y en directo, no todas por supuesto.
Interesante experiencia.
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